LA TEORÍA DEL TABURETE. Diario de un musicoterapeuta

Desde los tiempos de Euclides (325-365 a.c.), el gran matemático y padre de la geometría, sabemos que cualquier objeto con tres apoyos es más estable que ningún otro. También sabemos que en un objeto apoyado en tres patas, dos de ellas sirven para posicionar el objeto y la tercera sirve para estabilizarlo. Se adapta a cualquier tipo de superficie, aunque ésta sea irregular. No así un objeto de cuatro patas, una silla por ejemplo, porque basta que haya una pequeña irregularidad o desnivel en la superficie para que enseguida comience a “cojear” de una pata. La explicación física es que tres patas están apoyadas en el mismo plano y la cuarta en otro plano diferente.

Por eso hemos elegido el taburete de tres patas como una estupenda analogía para explicar nuestro trabajo como musicoterapeutas. En la búsqueda de instrumentos, técnicas, argumentos y procesos que mejoren constantemente nuestro trabajo diario, el taburete de tres patas nos ayuda a entender este tipo de intervención.

Las tres patas de nuestro taburete son el musicoterapeuta titulado, la experiencia sonora y musical y el cliente-usuario-paciente, capaces de interactuar sean la condiciones que sean, porque hay una preparación científica adecuada, gran capacidad de empatía, de escucha, el deseo de ayudar, el deseo de mejorar, la confianza en la mejora o el deseo de crecimiento personal o grupal. Estas tres patas sostienen toda nuestra práctica, porque si dos patas (musicoterapeuta y usuario) son capaces de definir el ámbito de la ayuda y el acompañamiento precisos, la otra pata (la música) es capaz de dar estabilidad a esa relación y hacer de ella un encuentro sanador o de crecimiento o de mejora, dependiendo de los objetivos que nos planteemos después de la evaluación inicial.

Dos notas muy importantes para nuestra intervención: estabilidad y adaptación. También seguridad y resistencia.

Desde otro punto de vista, este taburete puede servir también como analogía para explicar aspectos fundamentales del terapeuta musical y del método de trabajo que, como musicoterapeutas, llevamos a cabo.

Como musicoterapeutas, nos acercamos al grupo con la sencillez de un taburete de tres patas, pero también con su seguridad y su estabilidad que nos permite “acomodarnos” a cualquier “superficie”, a cualquier grupo. Por seguir con la analogía, un taburete de tres patas es “el asiento con más empatía” que existe.

Un taburete  es la expresión mínima de un asiento y, por eso es capaz de acercarse mucho al grupo y participar con él en su proceso sin artificios ni ocupando un lugar excesivo. Máxime si estamos hablando de un musicoterapeuta que, por su forma de intervenir, ha de participar muy activamente con el grupo. Y en distancias tan cortas y con un apoyo tan liviano y apenas perceptible como el taburete, hay actitudes básicas del terapeuta que no se pueden disimular como la escucha activa, la empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad. También ayudan otras características del terapeuta como la cordialidad, la competencia, la confianza, la atracción o la directividad (siendo lo menos directivo que las condiciones permitan).

Nuestra experiencia, la que queremos explicar aquí, se fundamenta en la intervención grupal, comunitaria, donde el grupo es el objeto de nuestro trabajo y todo el esfuerzo se dirige a la consecución de un ambiente prosocial en dicho grupo.

Nuestra intervención ha de dotarse de la estabilidad, adaptabilidad y seguridad de un taburete y, por eso, es importante que esté bien afincada en patas robustas. Una de las patas es la NEUROCIENCIA, la Neuropsicología y la Neuroeducación que nos aportan, con evidencias científicas, algo que por la experiencia habíamos observado: todo aprendizaje es emocionante o, de otra manera, ninguna experiencia, ningún conocimiento es capaz de cambiar a la persona significativamente si no está dotada de una carga emocional importante. Una carga emocional que pone en evidencia la plasticidad impresionante de nuestro cerebro. Resulta que la música, utilizada por un musicoterapeuta en sesión, es una herramienta poderosa para desencadenar esa plasticidad significativamente. Por lo que uno de nuestros objetivos musicoterapéuticos es el abordaje de nuestro mundo emocional para saber utilizarlo en favor de nuestro bienestar.

Otra pata del taburete de nuestra intervención es la PSICOLOGÍA POSITIVA. Es aquella corriente de la psicología de finales del siglo pasado, pero sobre todo de éste en la que se insta a la psicología a preocuparse de trabajar por el bienestar de las personas a partir también de sus fortalezas y no solamente de sus debilidades. Esta visión nos proporciona las evidencias científicas necesarias para abordar un trabajo preventivo y proventivo con los grupos con que nos hemos encontrado durante estos últimos años, sean niños, adolescentes, jóvenes, personas con discapacidad, personas con enfermedades mentales graves, personas con alzheimer o personas mayores. Con todos ellos hemos sido capaces de trabajar enfocados en sus fortalezas, cómo reconocerlas, cómo apoyarse en ellas, cómo desarrollarlas y afianzarlas para avanzar hacia el bienestar posible.

La otra pata es la teoría de la PROSOCIALIDAD, que nos indica un camino para conseguir que tanto el grupo como la persona individualmente sean capaces de tener una presencia positiva y de unidad. Partiremos siempre de nuestro núcleo creativo personal y grupal y, a partir de las experiencias musicales que vayan surgiendo, exploraremos los territorios de la autoestima, la escucha profunda, la disposición para dar y recibir ayuda, la empatía, la asertividad, la solidaridad… hasta intuir qué significa, en nuestro caso, tener una presencia positiva y de unidad allí donde estemos.

Para ello, hemos elaborado un mapa conceptual que va enriqueciéndose continuamente y que nos ayuda en nuestro proceso de intervención.